Si te preocupa el planeta, puede que te hayas acostumbrado a echar tu papel, tus botellas de vidrio y tus envases en bolsas de plástico. Y a caminar con ellas hasta el contenedor de reciclaje. Sacas el papel para depositarlo en el contenedor azul. Y el vidrio en el verde. ¿Y qué haces con las bolsas? Presumes que, como son un plástico, van al amarillo, al de reciclaje de este material.
Pues bien, esto no siempre es así. De hecho, a veces este gesto hace más mal que bien: puede dar al traste con todo el proceso de reciclaje, y hacer que todo el contenedor acabe en el vertedero. O, peor aún, en los océanos.
De plástico; pero no todas son iguales
Las bolsas de plástico de polietileno ligero que conocemos hoy fueron patentadas en Suecia en 1965. No tardaron en conquistarnos: 15 años después, el 80% de los supermercados europeos ya las usaban para guardar nuestra compra. Hoy constituyen el 12% de nuestra basura global y, aunque hemos reducido mucho su consumo, cada español gasta 180 bolsas de plástico al año, muchas casi de usar y tirar.
Por suerte, muchos países se han propuesto prohibirlas. Y España no es una excepción; aunque aquí muchas de estas bolsas están para quedarse, con algunas restricciones. El decreto de las bolsas de plástico obliga desde 2018 a los supermercados a cobrarlas. Y desde enero de este año, es obligatorio que contengan al menos un 50% de material reciclado, un porcentaje que subirá al 70% en 2021.
También obligará a que a partir en 2021 todas las bolsas ligeras (de espesor inferior a 50 micras, µm) o muy ligeras (inferiores a 15 µm) sean compostables, es decir, que puedan degradarse biológicamenteen plantas de compostaje o en compostadores domésticos.